¿Como está tu armario interior?

A lo largo de la vida aprendemos muchas cosas y adquirimos muchas habilidades.

La habilidad de hablar, caminar, comer, escribir... Más adelante agrupamos algunas de estás habilidades en diferentes roles que interpretamos en nuestra vida social. 

Soy niño, joven, adulto, alumno, empleado, profesional...

Soy hijo de... Soy pareja de... Soy padre de... Soy amigo de... Soy tío de... (un personaje diferente para cada uno).

Son "trajes" que nos ponemos cuando "actuamos" en un determinado contexto personal o social, con los cuales nos identificamos, creyendo que es "nuestra propia piel".

A principio cada "traje" tiene un propósito. Ahorrar energía. No hay que pensar mucho cada vez que nos atamos los cordones. Ahora lo hacemos de manera automática. Y nuestro celebró ahora energía. 

¿Y que pasa con los "trajes" que no nos gustan? ¿Qué hacemos con el que critica siempre, el malhumorado, el gruñón, el carbón, el llorón, el "pobre de mí"...?

Ellos también están allí para servirnos. Están en servicio permanente. Hacen de guardia, porque no saben cómo parar. Alguien tendría que agradecerles por el trabajo que hicieron hasta ahora y darle permiso a descansar. Ellos también han acumulado habilidades que quieren aportarnos para asimilar como sabiduría (saber hacer). 

Los hemos creado para servirnos, imitando a los adultos de nuestro entorno. Creíamos que es "lo correcto". Ahora podemos decidir si realmente queremos "ponernos este traje" o no en una determinada situación. Pero primero, hay que aceptarlos, abrazarlos, integrarlos. 

¿Cuantos "trajes" mantienes fuera del armario por ser inapropiados, repugnantes...? ¿Realmente prefieres ignorar toda la sabiduría que te pueden aportar? Probablemente, si lees esto, ha llegado la hora de abrazarlos y invitarlos "a casa".

Seguramente discutirán contigo, siempre lo hacen. Lo han hecho toda su vida. Es lo que mejor saben hacer. Algunos de ellos fueron creados con este propósito. Y ahora toca concluir su función. 

Los abrazas, les agradeces por su trabajo y, con mucho respeto y amor, les abres la puerta y los invitas dentro. A principio puede ser que lo harás de manera individual, uno por uno. Después entenderás que, como son muchos, mejor sería hacerlo sin pensar en nada particular. Invitas "dentro" a todas aquellas partes de ti que en algún momento de tu vida han vivido una experiencia desagradable y se han quedado "fuera".

Puede ser que te has sentido humillado, ignorado, agredido, engañado, decepcionado, traicionado... Desde aquel momento, esta parte de ti ha tenido todo tipo de experiencias y ahora desea contarte su vida. Sólo que no se siente digno y tampoco escuchado. Es como un traje inacabado al que no te pones nunca para salir, solamente lo pruebas cuando estás en casa, en tu intimidad. 

Algunos los llaman "el niño interior". Sólo que cuesta un poco integrar "al niño interior", todo de golpe. Es más fácil hacerlo por partes. Y no siempre fueron creados de ti en la niñez. 

¿Cuando podemos hacerlo?

Cuando asumimos el rol de líder del nuestro universo interior. 

¿Como lo hacemos?

Simplemente nos imaginamos que estamos sentados en "el trono interior" y llevamos en la mano "el esceptro de poder". Después de un tiempo observamos cómo nos sentimos. 

Eventualmente podemos comparar está sensación de "empoderado" con otras, por ejemplo la sensación de "víctima", o de "culpable"... 

¿Como se que lo estoy haciendo?

Cada vez que hace falta actuar, para tomar la mejor decisión, recordamos esta sensación.

Teniendo en cuenta que cada día tomamos miles de decisiones, pronto adquirimos un nuevo hábito y podemos integrar un nuevo "traje" a nuestra colección. "El rey" del propio universo interior. El también quiere aportar sus vivencias al bien colectivo. 

A tener en cuenta que si no lo integramos, el rey se puede convertir en déspota. Alguien tiene que reconocerle sus méritos. Si no lo hace nadie, explotará su orgullo.

Después de esto entendemos que podemos crear "trajes" a conveniencia. Ahora lo transformamos en un nuevo hábito, "el sastre".

Lo hemos hecho toda la vida, sin saber que si no nos sentamos en "el trono", nuestra vida puede ser un caos y todos estos "trajes" lucharán por tener protagonismo. Y si el jefe ha sido "el que lo sabe todo", normal que no podría aceptar el comportamiento de "el bobo". Así quedaron "fuera" los que no correspondieron a les criterios de "el jefe" de turno.

Con otras palabras "sentarse en el trono" sería cómo autoempoderarse y este es un primer paso para construir una buena autoestima.

Podemos proponernos adquirir nuevas habilidades o perfeccionar y llevar a la maestría algunas cualidades presentes. Personalmente me gusta más la segunda alternativa. 

Porque fuimos contratados, admitidos, abrazados... por nuestras cualidades, no por nuestros defectos. Y, seguramente, a la hora de tomar esta decisión, los demás tuvieron en cuenta nuestro potencial y lo que les aportaba "casarse" con nosotros. 

Si las mantenemos al mismo nivel, las perfeccionamos o las ignoramos depende de nosotros y nos pueden llevar al éxito o al fracaso. 

Una cualidad que está en un nivel 7- 8 se puede llevar a un nivel 10 si uno cuida bien este "traje".

¿Cuantos "trajes" tienes en tu armario? 

Son miles. 

Por ejemplo ¿hay diferencia entre tu actitud, o sea "el traje que llevas puesto" cuando comes lo que cocinas tu y cuando comes la comida cocida por otra persona?

Lo importante es que puedas hablar con orgullo de cada uno de los "trajes" que llevaste puesto en algún momento de tu vida.

Ahora te invito a revisar tu propio "armario interior".

Me gustaría saber cómo ha sido la experiencia.

Un fuerte abrazo.

 

Ser, o hacer?

Relacionarte con la bondad.
Relacionarte con la belleza.
Relacionarte con la abundancia.
Relacionarte con la vida.

Acepta que hay maldad en el mundo.
Acepta que hay suciedad en el mundo.
Acepta la existencia de la pobreza.
Acepta a la muerte como parte de la vida.

Son partes de la realidad y no es tu tarea cambiar la realidad. No ayudas con nada negarles el derecho a existir.
Si te molesta la existencia de lo "negativo" entonces será una molestia para ti.

Solamente puedes decidir si te relacionas con este aspecto de la vida, o no.
Se trata de aprender a practicar el amor incondicional con todos los aspectos de la vida, incluso de ti mism@ (tus "defectos").

Existen. Siempre han existido.
¡Déjalos ser!

¡Vive!
¡Vive la mejor versión de tu vida!

Cuando serás bondad, belleza, abundancia, vida, amor incondicional, empatia, respeto, paz interior... el mundo será un lugar mejor gracias a ti.

El regalo del sentir



Otra vez se acordó de lo que pasó ayer. ¿Cómo pudo hacerle esto? Tantas veces lo mismo... Y sí, sentía lo de siempre. 

El corazón acelerado al máximo, el molesto apretón en el pecho y un fuerte dolor de cabeza. Y una gran descarga de energía concentrada en esos dos lugares. 

Probablemente, a nivel hormonal, sus glándulas volvían a producir las hormonas relacionadas con esa emoción. Y a pesar del paso del tiempo, seguía doliendo igual. 

Era la primera vez en su vida que observaba lo que pasaba a nivel del cuerpo físico cuando lo recorrían ciertas sensaciones. 
Entonces, al darse cuenta, empezó a hablar con su cuerpo. Le pidió perdón por provocarle tanto sufrimiento, le agradeció por el trabajo diario que realizaba y le dijo que lo quería. 

Parecía una tontería pero al hacerlo se sintió mejor y observó cómo toda aquella gran cantidad de energía empezaba a diluirse sin causar sus estragos habituales. En lugar de sobrecargar las células del pecho y de la cabeza, ahora todas las células del cuerpo podían relajarse y trabajar con las hormonas adecuadas. 

Así era mucho mejor. Y entendió el proceso: 
- Ocurría algo/ Se acordaba de lo sucedido. 
- Lo interpretaba como que era algo malo. 
- Se emocionaba. 
- La glándula correspondiente a la interpretación, producía la hormona adecuada. 
- La hormona, en lugar de distribuirse por todo el cuerpo (como cuando se vive una emoción cualquiera) se concentraba en la zona del cuerpo donde estaba acostumbrada. 
- Entonces, sobrecargando las células de esta zona, se producía una sensación desagradable. 
- Como consecuencia, huía de esa sensación y culpabilizaba al que había iniciado todo este proceso. 
- Como las células no podían digerir toda la proteína de esa hormona, quedaba un residuo que se almacenaba en la grasa corporal. 

Toda su vida había sentido lo mismo y culpabilizado a los demás. 

Pero se dio cuenta de que todos aquellos a los que había culpabilizado sólo intentaban ayudarla a autoconocerse. Concentrándose en el dolor, que era el efecto, ignoraba la causa. Ignoraba que la interpretación que ella daba a lo ocurrido producía ese efecto devastador en su interior. 

Y la afirmación de su madre: 
- "Porque es así, así son las cosas, así es la vida..." - dejó de ser verdad. 

Dejó de ser SU verdad. 

Mentalmente le agradeció al "culpable" por el gran servicio que le había hecho. También personalmente. Sin muchos detalles, para no complicarse. 

Ahora que ha aprendido a observar las sensaciones cuando está emocionada, ha dejado de ser tan impulsiva, se siente mucho mejor y pesa unos cuantos quilos menos.

Un nuevo día

Se despertó a la hora. Tal como dijo ayer, antes de dormir. Se estiró y observó que estaba listo para levantarse. Durmió bien por la noche y, por eso, no tenía por qué quedarse ni un minuto más en la cama. 

Al principio, le costó creer que solamente fijando en la mente la hora de despertarse podría conseguirlo. Claro, que unos cuantos días le despertó el molesto silbato del despertador, cinco minutos más tarde… Y después, aunque el subconsciente hacia su trabajo y le comunicaba que ya era la hora de despertarse, no le hacía caso. Pero cuando empezó a ponerse estrellas doradas en el pequeño calendario cada vez que salía de la cama en los siguientes 2 minutos, las cosas empezaron a cambiar. 

Y cambiaron aún más, cuando decidió regalarse una recompensa por colgar cinco estrellas doradas por semana en el calendario. Y como disfrutó mucho nadando aquel fin de semana con su pareja, la próxima semana tuvo otras 5 estrellas y otro fin de semana de ensueño. Ahora ha dejado de rellenar el calendario por este asunto, porque a final de mes estaba todo dorado. 

Antes necesitaba un café para despertarse. Se propuso tomar un vaso de agua caliente. Con la ayuda del calendario llegó a cambiar también ese hábito. Y llegaron otros regalos. 

Ahora, su pareja le apoyaba incondicionalmente en implementar nuevos hábitos. Le gustaba mucho cuando la recompensa era para los dos. Pero también lo entendía cuando no la incluía. Porque al fin ahora se sentía mucho más respetada, valorada, escuchada, en definitiva, querida. Incluso le pidió ayuda para cambiar algunos hábitos. Ya tenía unas cuantas estrellas doradas en su propio calendario.

Así que tomó su vaso de agua, se levantó, colgó la estrella dorada en el calendario y caminó hacia el lavabo. Este mes dejaría de utilizar ese calendario. Estaba todo lleno.

Empezaba un nuevo día maravilloso. Estaba totalmente preparado. Sonriente y con ganas de bailar. 

Cuando volvió encontró el chándal tal como lo dejó por la noche, antes de dormir. Al principio, utilizaba el calendario para acordarse de preparar el chándal por la noche. Después por utilizarlo. O sea, por practicar sus ejercicios. 
 
Pero antes, abrió el libro. El personaje, una chica muy amable, que como estaba muy bien consigo misma se dedicaba a hacer favores a los demás. Compartía su bienestar interior. Él también descubrió que era una persona amable, orientada hacia el servicio. Así que estableció como meta de este mes practicar la amabilidad, como parte de otro gran objetivo, el de ser una persona pro-activa. Pero antes de eso le hacía falta sentirse bien en su propia piel. Por eso practicaba un poco de deporte y meditaba. Los calendarios le transmitían que estaba bien encaminado.

Apuntó las nuevas ideas que descubrió en el libro, repasó las tareas sobre cómo había que comportarse hoy como persona amable, y añadió dos más. Si, tuvo razón. Cualquier libro puede ser utilizado como un manual. 

Encendió la música y empezó a practicar sus ejercicios con el ritmo de los tambores. Le encantaban esos sonidos. Se dio cuenta de que le invadía una sensación muy agradable. Así que observó ese estado de ánimo. "¡Qué bien me siento!"- pensó. Estaba lleno por dentro. Disfrutaba. 

Entonces apagó la música, se sentó en una posición cómoda, se relajó y meditó. En realidad no sabía si a lo que hacía se le podía llamar meditación o no. Él solamente observaba la respiración y cómo se amplificaba en su interior ese estado de ánimo. 

Todo su cuerpo se llenaba de una sensación agradable. Le daba la impresión de que cada célula sonreía. Había una armonía, una comunión. Descubrió que en su interior todo estaba perfecto. Sentía como el aire entraba por las fosas nasales. El aire era un amigo que entraba en su casa y lo recibía con todos los honores.  Después, pasando por las vías respiratorias, provocaba una gran alegría. Llegando a los pulmones, como estaba muy relajado, la respiración era muy profunda. Así que sentía cómo se llenaba de aire la parte abdominal, la lateral, la parte intercostal y al final, la parte pectoral de los pulmones, o mejor dicho, se hinchaban de aire el abdomen, las costillas y el pecho. Al principio, tuvo que mantener la mano sobre cada parte para sentir como se hinchaba pero ahora ya no le hacía falta. 

Los pulmones se alegraban mucho de este encuentro y al oxigenar la sangre, le transmitían toda esta alegría. La sangre, llegando a cada célula del cuerpo le daba vida. La renovaba de manera continuada. Al mismo tiempo, él transmitía su amor, su respeto, su admiración a cada célula. O sea, por unos cuantos minutos estaba disfrutando como un niño, inmerso en el paraíso. Su paraíso interior. 

Observó que se sentía tan bien que no necesitaba café, chocolate u otras drogas, substitutos del amor. Casi podía ver cómo se producían en su interior las hormonas que le hacían sentirse tan bien. No pasó por alto esto. Tomó constancia de ese estado de felicidad y lo grabó en su memoria para recordarlo en los momentos desagradables.

Se imaginó saliendo fuera del cuerpo, observando ese estado de plenitud. Decidió que hoy, todos los demás lo verían de esa forma y le ofrecerían la posibilidad de manifestar su amabilidad. Y le responderían con amabilidad. Transmitiría a todas las personas que encontrara hoy, este mensaje:
-       "Yo estoy bien, tú estás bien. Así que no existen problemas. Solamente situaciones de vida."

Acabó la meditación y colocó una estrella dorada en cada calendario, correspondientes a las actividades realizadas (leer, practicar los ejercicios, meditar, recordar la meta del día). Casi todos estaban llenos de estrellas. ¿Te das cuenta? Otro fin de semana fantástico. 

Saldrían de viaje con unos amigos. Unas cuantas parejas. No habían planificado nada, pero estaba convencido de que todo surgiría perfecto sobre la marcha. (Y sí, estuvo perfecto. A pesar de la lluvia) 

Muy pronto podría dejar de utilizar dos calendarios. Dedicaba solo unos 5-10 minutos a cada actividad, pero como las practicaba cada día, ya se habían transformado en hábitos. Hoy pensaría también en las recompensas finales por cada uno de los nuevos hábitos conseguidos.

Se duchó, desayunó y se preparó el almuerzo. Tenía por delante un nuevo día. Tal como te dije, un día maravilloso. Con la meta de ser la persona más amable del mundo. Esta semana tenía sólo dos estrellas doradas. No pasaba nada. Ayer no tuvo ganas de hacerlo. Estaba hundido y no podía ofrecer a los demás su malestar interior en lugar de amabilidad. No quiso auto-engañarse y tampoco obligarse a hacer algo que no le apetecía. O, mejor dicho, ponerse una máscara y sonreír para complacerlos. Prefirió retirarse y pasar solo todo el día. Probablemente sentía tristeza por desprenderse del pasado. Eso también pasa. Si, hoy es otra persona. 

Tenía que hacer unos recados. Se puso el chubasquero, cogió el paraguas y salió cantando.

El vuelo

 

Es una persona muy terrenal. Con los pies bien plantados en el suelo, muy racional. Pero desde siempre le despertó interés todo lo relacionado con la espiritualidad. A principio leía mucho, después empezó a participar en charlas, conferencias, talleres, cursos, retiros. 

En teoría todo era magnífico. Muy interesante. Pero totalmente inútil. Por ejemplo le dijeron que podemos aprender a volar. – “Si queremos de verdad - decían ellos, los "maestros"- podemos volar”. ¿A quién se imaginan que pueden engañar? Sin alas no se puede volar. Lógico. Y muy práctico. ¿Verdad?

Pero los ejercicios le gustaban. Y por eso, solamente por eso, los practicaba. Cada día. Porque es una persona muy comprometida. Le enseñaron a meditar, relajándose primero, después a imaginarse que vuela. A sentir que abre sus alas. Siente la sensación que le provoca el aire que se opone a su paso. Y lo practicaba cada día.

Aquella vez hizo lo de siempre. Se sentó en la posición cómoda, "adecuada para el vuelo" se relajo y empezó a imaginarse volando. Se imaginó que veía todo desde arriba. Las casas, los bosques, los cultivos, el río, el lago, las montañas. Se imaginó que sentía cómo el aire le tocaba con fuerza en las orejas, en las manos, en los ojos, incluso se dio cuenta de que le dificultaba la respiración y le impedía mantener los ojos abiertos. Entonces decidió que para continuar sería útil llevar unas gafas protectoras y una máscara.

Se imaginó con gafas y máscara y volvió a volar. Ahora era mucho mejor. Podía respirar y mantener los ojos abiertos sin molestarle el aire. Sentía la resistencia del aire, pero estaba protegido. Se felicitó por esa gran idea. Estaba muy satisfecho consigo mismo. Parecía imposible, pero consiguió volar. Sí. Estaba volando. Y estaba disfrutando mucho del vuelo. ¿Volando?

Y abrió los ojos. Y vio las casas, los bosques, los cultivos, el río, el lago, las montañas. Estaban abajo y muy pequeñas. ¿Te das cuenta? ¡ESTABA VOLANDO! Realmente estaba volando. No era su imaginación. No, no, nada de eso. Ha conseguido volar. Sin alas. Tenían razón los maestros. Todos estos años se lo repitieron mil veces, pero le costaba creerlos. Sí. Se puede volar sin alas. 

¿Sin alas? ¡No tiene alas! ¡¡¡Peligro!!! No tiene alas y está a gran altura. 
En ese mismo instante empezó a caer. 

Mira qué tontería. Aprendió a volar y ahora estaba cayendo y abajo le esperaba la muerte. Por creer que se puede volar sin alas. Por creer todas las estupideces que le metieron en la cabeza algunos "gurús". ¡Idiotas! 

Entonces empezó a pasar por delante de sus ojos toda su vida. En un instante, revivió todo. Y se dio cuenta de que trabajó duro para llegar hasta ahí. Toda su vida quiso aprender a volar. Ya desde pequeño su obsesión era volar. En algún rincón de su interior sabía que podía volar. 

Y hoy lo consiguió. 

Voló. Sin alas. ¿Valió la pena? Sí. Sí. Sí señor.

 Así que decidió continuar su vuelo.

 No le hacía falta morir.

Educar un niño

   Un niño necesita saber todo sobre el mundo, sobre la vida, sobre el mismo. Por eso tiene a su lado personas que lo educan. Absorbe sus opiniones, les personaliza y se prepara para poder vivir en ese mundo.
 
Puede ser educado a sobrevivir en un mundo cruel, donde todos intentan ganar la gran competición que es la vida. Por eso tiene que ser ágil, inteligente, duro, sin piedad... O puede aprender a vivir en un mundo pacifico, donde esta muy bien saber colaborar, confiar y dar confianza, ayudar y recibir la ayuda de otros, ser un buen amigo, tranquilo, amable...O puede aprender a vivir entre estos dos extremos. 
   
El aprendizaje condicionara la vida del futuro adulto. Sabrá provocar guerra o paz. Sabrá echar la culpa o asumir la responsabilidad. Tendrá siempre dudas o confiara en el mismo, en los demás, en la vida...
  

¿Que tipo de adulto queremos que sea nuestr@ hij@?
   
¿Quieremos que sea una persona responsable, madura? ¿ Queremos que confié en si misma? Entonces podemos ayudarle a adquirir la auto confianza, permitiéndole que asuma pequeñas tareas, sin criticarle cuando se equivoca, apoyandole para que continue intentando, creándole la mentalidad de ganador, no de fracasado, enseñarle que el error es parte del aprendizaje y como puede aprender de sus errores...
   
¿Quieremos que sea buena persona, tranquila, amable, atenta con todo el mundo? Entonces lo que podemos hacer es prestarle mucha atención, responder a sus preguntas, preguntarle para que confíe en su opinión y no tener la necesidad de imponerla delante de nadie, demostrarle que nuestro amor no tiene nada que ver con su comportamiento, ser a su lado cuando necesita nuestro apoyo, ser para el un buen ejemplo.
   
Como padres criamos a nuestr@s hij@s. ¿Estamos dispuestos a asumir la responsabilidad por los efectos de la educción que les hemos proporcionado hasta ahora?

Conocer nuestras emociones

A lo largo del día experimentamos muchas emociones. Y eso determina nuestro estado de ánimo. Aunque es una parte importante de nuestras vidas, no somos conscientes de todas las emociones.

Por eso considero que es esencial conocerlas, ponerles nombres. Puede ser rabia provocada por umiliación o rechazo, puede ser aburrimiento por soledad o un control exagerado, puede ser miedo al fracaso, al éxito, a la muerte, a vivir demasiado...O puede ser feliciad, ilusión, alegria, paz...

Cuando empezamos a ser conscientes de nuestras emociones, descubrimos lo que es la riqueza. Todos queremos ser queridos, aceptados, valorados, tener éxito, dinero...Pero el problema es que no sabemos valorar estas cosas cuando las obtenemos. No sabemos reconocer las emociones correspondientes. En cambio, si prestamos atención descubrimos un mundo de vivencias que hemos tenido siempre a nuestra disposición.

¿Que emociones buscamos en la vida? ¿Que emociones experimentamos actualmente? ¿Como nos hacen sentir? ¿Que senzaciones les acompañan? Son pocos los que pueden responder a estas preguntas.

Práctica de cada día

Apuntamos las emociones que experimentamos en diferentes momentos del día.

Más adelante, cuando sera un habito, apuntamos las senzaciones que aparecen en el cuerpo y los estados de ánimo provocados por las emociones.

También podemos observar las emociones ajenas, como las expresan los demás...

Atención: en ningún momento no nos criticamos por sentir estas emociones. Tenemos en cuenta que la critica solamente fomenta la culpabilidad. Ahora tomamos contacto con la realidad , para asumir la responsabilidad por nuestros actos.

Sabemos que el comportamiento esta condicionado por  nuestro estado de ánimo. Podemos ofrecer a los demás nuestro malestar interior o nuestra buena disposición. Y lo hacemos todo el tiempo.

Mas tarde observamos si podemos declarar delante de otras personas que emociones nos provocan sus acciones y como nos sentimos. ¿Somos capaces de hacerlo sin agresividad, sin rencor, sin culpabilidad, como parte normal de la comunicación? ¿Sabemos decir lo que queremos que decir, de manera adecuada? Si establecemos un contacto intimo con nuestras emociones, entonces sufrimos menos y provocamos menos sufrimiento.

Después de practicarlo una semana, me gustaría saber que descubrimientos tendrás sobre tus emociones. Gracias.