El vuelo

 

Es una persona muy terrenal. Con los pies bien plantados en el suelo, muy racional. Pero desde siempre le despertó interés todo lo relacionado con la espiritualidad. A principio leía mucho, después empezó a participar en charlas, conferencias, talleres, cursos, retiros. 

En teoría todo era magnífico. Muy interesante. Pero totalmente inútil. Por ejemplo le dijeron que podemos aprender a volar. – “Si queremos de verdad - decían ellos, los "maestros"- podemos volar”. ¿A quién se imaginan que pueden engañar? Sin alas no se puede volar. Lógico. Y muy práctico. ¿Verdad?

Pero los ejercicios le gustaban. Y por eso, solamente por eso, los practicaba. Cada día. Porque es una persona muy comprometida. Le enseñaron a meditar, relajándose primero, después a imaginarse que vuela. A sentir que abre sus alas. Siente la sensación que le provoca el aire que se opone a su paso. Y lo practicaba cada día.

Aquella vez hizo lo de siempre. Se sentó en la posición cómoda, "adecuada para el vuelo" se relajo y empezó a imaginarse volando. Se imaginó que veía todo desde arriba. Las casas, los bosques, los cultivos, el río, el lago, las montañas. Se imaginó que sentía cómo el aire le tocaba con fuerza en las orejas, en las manos, en los ojos, incluso se dio cuenta de que le dificultaba la respiración y le impedía mantener los ojos abiertos. Entonces decidió que para continuar sería útil llevar unas gafas protectoras y una máscara.

Se imaginó con gafas y máscara y volvió a volar. Ahora era mucho mejor. Podía respirar y mantener los ojos abiertos sin molestarle el aire. Sentía la resistencia del aire, pero estaba protegido. Se felicitó por esa gran idea. Estaba muy satisfecho consigo mismo. Parecía imposible, pero consiguió volar. Sí. Estaba volando. Y estaba disfrutando mucho del vuelo. ¿Volando?

Y abrió los ojos. Y vio las casas, los bosques, los cultivos, el río, el lago, las montañas. Estaban abajo y muy pequeñas. ¿Te das cuenta? ¡ESTABA VOLANDO! Realmente estaba volando. No era su imaginación. No, no, nada de eso. Ha conseguido volar. Sin alas. Tenían razón los maestros. Todos estos años se lo repitieron mil veces, pero le costaba creerlos. Sí. Se puede volar sin alas. 

¿Sin alas? ¡No tiene alas! ¡¡¡Peligro!!! No tiene alas y está a gran altura. 
En ese mismo instante empezó a caer. 

Mira qué tontería. Aprendió a volar y ahora estaba cayendo y abajo le esperaba la muerte. Por creer que se puede volar sin alas. Por creer todas las estupideces que le metieron en la cabeza algunos "gurús". ¡Idiotas! 

Entonces empezó a pasar por delante de sus ojos toda su vida. En un instante, revivió todo. Y se dio cuenta de que trabajó duro para llegar hasta ahí. Toda su vida quiso aprender a volar. Ya desde pequeño su obsesión era volar. En algún rincón de su interior sabía que podía volar. 

Y hoy lo consiguió. 

Voló. Sin alas. ¿Valió la pena? Sí. Sí. Sí señor.

 Así que decidió continuar su vuelo.

 No le hacía falta morir.

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