Un nuevo día

Se despertó a la hora. Tal como dijo ayer, antes de dormir. Se estiró y observó que estaba listo para levantarse. Durmió bien por la noche y, por eso, no tenía por qué quedarse ni un minuto más en la cama. 

Al principio, le costó creer que solamente fijando en la mente la hora de despertarse podría conseguirlo. Claro, que unos cuantos días le despertó el molesto silbato del despertador, cinco minutos más tarde… Y después, aunque el subconsciente hacia su trabajo y le comunicaba que ya era la hora de despertarse, no le hacía caso. Pero cuando empezó a ponerse estrellas doradas en el pequeño calendario cada vez que salía de la cama en los siguientes 2 minutos, las cosas empezaron a cambiar. 

Y cambiaron aún más, cuando decidió regalarse una recompensa por colgar cinco estrellas doradas por semana en el calendario. Y como disfrutó mucho nadando aquel fin de semana con su pareja, la próxima semana tuvo otras 5 estrellas y otro fin de semana de ensueño. Ahora ha dejado de rellenar el calendario por este asunto, porque a final de mes estaba todo dorado. 

Antes necesitaba un café para despertarse. Se propuso tomar un vaso de agua caliente. Con la ayuda del calendario llegó a cambiar también ese hábito. Y llegaron otros regalos. 

Ahora, su pareja le apoyaba incondicionalmente en implementar nuevos hábitos. Le gustaba mucho cuando la recompensa era para los dos. Pero también lo entendía cuando no la incluía. Porque al fin ahora se sentía mucho más respetada, valorada, escuchada, en definitiva, querida. Incluso le pidió ayuda para cambiar algunos hábitos. Ya tenía unas cuantas estrellas doradas en su propio calendario.

Así que tomó su vaso de agua, se levantó, colgó la estrella dorada en el calendario y caminó hacia el lavabo. Este mes dejaría de utilizar ese calendario. Estaba todo lleno.

Empezaba un nuevo día maravilloso. Estaba totalmente preparado. Sonriente y con ganas de bailar. 

Cuando volvió encontró el chándal tal como lo dejó por la noche, antes de dormir. Al principio, utilizaba el calendario para acordarse de preparar el chándal por la noche. Después por utilizarlo. O sea, por practicar sus ejercicios. 
 
Pero antes, abrió el libro. El personaje, una chica muy amable, que como estaba muy bien consigo misma se dedicaba a hacer favores a los demás. Compartía su bienestar interior. Él también descubrió que era una persona amable, orientada hacia el servicio. Así que estableció como meta de este mes practicar la amabilidad, como parte de otro gran objetivo, el de ser una persona pro-activa. Pero antes de eso le hacía falta sentirse bien en su propia piel. Por eso practicaba un poco de deporte y meditaba. Los calendarios le transmitían que estaba bien encaminado.

Apuntó las nuevas ideas que descubrió en el libro, repasó las tareas sobre cómo había que comportarse hoy como persona amable, y añadió dos más. Si, tuvo razón. Cualquier libro puede ser utilizado como un manual. 

Encendió la música y empezó a practicar sus ejercicios con el ritmo de los tambores. Le encantaban esos sonidos. Se dio cuenta de que le invadía una sensación muy agradable. Así que observó ese estado de ánimo. "¡Qué bien me siento!"- pensó. Estaba lleno por dentro. Disfrutaba. 

Entonces apagó la música, se sentó en una posición cómoda, se relajó y meditó. En realidad no sabía si a lo que hacía se le podía llamar meditación o no. Él solamente observaba la respiración y cómo se amplificaba en su interior ese estado de ánimo. 

Todo su cuerpo se llenaba de una sensación agradable. Le daba la impresión de que cada célula sonreía. Había una armonía, una comunión. Descubrió que en su interior todo estaba perfecto. Sentía como el aire entraba por las fosas nasales. El aire era un amigo que entraba en su casa y lo recibía con todos los honores.  Después, pasando por las vías respiratorias, provocaba una gran alegría. Llegando a los pulmones, como estaba muy relajado, la respiración era muy profunda. Así que sentía cómo se llenaba de aire la parte abdominal, la lateral, la parte intercostal y al final, la parte pectoral de los pulmones, o mejor dicho, se hinchaban de aire el abdomen, las costillas y el pecho. Al principio, tuvo que mantener la mano sobre cada parte para sentir como se hinchaba pero ahora ya no le hacía falta. 

Los pulmones se alegraban mucho de este encuentro y al oxigenar la sangre, le transmitían toda esta alegría. La sangre, llegando a cada célula del cuerpo le daba vida. La renovaba de manera continuada. Al mismo tiempo, él transmitía su amor, su respeto, su admiración a cada célula. O sea, por unos cuantos minutos estaba disfrutando como un niño, inmerso en el paraíso. Su paraíso interior. 

Observó que se sentía tan bien que no necesitaba café, chocolate u otras drogas, substitutos del amor. Casi podía ver cómo se producían en su interior las hormonas que le hacían sentirse tan bien. No pasó por alto esto. Tomó constancia de ese estado de felicidad y lo grabó en su memoria para recordarlo en los momentos desagradables.

Se imaginó saliendo fuera del cuerpo, observando ese estado de plenitud. Decidió que hoy, todos los demás lo verían de esa forma y le ofrecerían la posibilidad de manifestar su amabilidad. Y le responderían con amabilidad. Transmitiría a todas las personas que encontrara hoy, este mensaje:
-       "Yo estoy bien, tú estás bien. Así que no existen problemas. Solamente situaciones de vida."

Acabó la meditación y colocó una estrella dorada en cada calendario, correspondientes a las actividades realizadas (leer, practicar los ejercicios, meditar, recordar la meta del día). Casi todos estaban llenos de estrellas. ¿Te das cuenta? Otro fin de semana fantástico. 

Saldrían de viaje con unos amigos. Unas cuantas parejas. No habían planificado nada, pero estaba convencido de que todo surgiría perfecto sobre la marcha. (Y sí, estuvo perfecto. A pesar de la lluvia) 

Muy pronto podría dejar de utilizar dos calendarios. Dedicaba solo unos 5-10 minutos a cada actividad, pero como las practicaba cada día, ya se habían transformado en hábitos. Hoy pensaría también en las recompensas finales por cada uno de los nuevos hábitos conseguidos.

Se duchó, desayunó y se preparó el almuerzo. Tenía por delante un nuevo día. Tal como te dije, un día maravilloso. Con la meta de ser la persona más amable del mundo. Esta semana tenía sólo dos estrellas doradas. No pasaba nada. Ayer no tuvo ganas de hacerlo. Estaba hundido y no podía ofrecer a los demás su malestar interior en lugar de amabilidad. No quiso auto-engañarse y tampoco obligarse a hacer algo que no le apetecía. O, mejor dicho, ponerse una máscara y sonreír para complacerlos. Prefirió retirarse y pasar solo todo el día. Probablemente sentía tristeza por desprenderse del pasado. Eso también pasa. Si, hoy es otra persona. 

Tenía que hacer unos recados. Se puso el chubasquero, cogió el paraguas y salió cantando.

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